¿Por qué Islas Encantadas?
Las Islas Galápagos son un milagro de la naturaleza y es fácil de entender por qué fueron nombrados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
Caminar alrededor de las islas se convierte en una aventura, mientras te mueves en torno a una gran variedad de animales, que sorprendentemente no tiene ningún temor hacia los seres humanos y te hacen sentir como pertenciaras allí. La increíble experiencia de caminar alado de un león marino, una iguana, un piquero de patas azules, entre otros al punto que casí podrías tocarlos, es una sensación increíble que rápidamente se convirtió en habitual en nuestro día a día.
La experiencia de realizar snorkel con las variedades más bellas de peces, tortugas marinas nadando con nosotros y los leones marinos que mostraron sus habilidades para nadar alrededor nuestro como si estuviéramos en una especie de programa de National Geographic, fue simplemente increíble.
Una de las historias más fascinantes es la de una mujer que se hacía llamar “La emperatriz de los Galápagos” y se presentaba como una “baronesa”. Es una trama con todos los elementos de una película “noir”: aventura, triángulos amorosos, traiciones, violencia, y tal vez ¿asesinatos?
La pareja comenzó una nueva vida en la isla Floreana, imaginandose como una versión moderna de Adán y Eva. Preferían trabajar desnudos mientras acarreaban rocas de lava para construir un refugio, plantaban un huerto y criaban pollos.
Ritter escribió cartas narrando sus experiencias que se publicaron en periódicos alemanes y eso inspiró a otros a seguir sus pasos.
Las dos familias alemanas se llevaban bien, pero mantenían su distancia. Sin embargo, en octubre de 1932, llegaron otros europeos y desde entonces todo cambió en Floreana. Su líder era una mujer que decía que era “baronesa” y se llamaba Eloise Wagner de Bousquet. Ella venia con sus dos amantes alemanes, Robert “Bubi” Philippson y Rudolf Lorenz. Un ecuatoriano, Manuel Valdivieso, también formaba parte del grupo pero se fue después de un mes contando a todo el mundo que la “baronesa” era “totalmente loca.” La “baronesa” y sus dos hombres se establecieron cerca de los Wittmer, pusieron un cartel llamando al área “Hacienda Paradiso” y dijeron a todos que iban a construir un gran hotel para millonarios.
La baronesa tenia un gran talento para promoverse. Se las arregló para que la revista “Time” y otras publicaciones escribieran historias sobre sus aventuras y sus grandiosos planes para las islas. Posaba para las fotos blandiendo un revolver y un látigo y se auto-denominó como “La Emperatriz de las Galápagos.” Varias expediciones científicas llegaron a Galápagos en esos años. La mas destacada fue dirigida por el capitán Allan Hancock en su yate Velero III. Ellos fotografiaron y filmaron a los Ritters, los Wittmer y la baronesa y su séquito.
Pero no todo era paz y armonía en la “Hacienda Paradiso”, ya que Lorenz había bajado de categoría y en vez de amante ahora era un sirviente. “Bubi” Phillipson, se convirtió en el preferido, y tanto el como la baronesa maltrataban a Lorenz. Además de los conflictos internos también habían disputas con los Wittmer y Ritter sobre el agua que escaseaba en tiempo de sequía y otros asuntos.
Finalmente el 27 de marzo de 1934, la baronesa y Philippson desaparecieron. Según la Sra. Margret Wittmer, la baronesa le dijo que el yate de un amigo había llegado y había invitado a la baronesa y a Phillipson a que se fueran con ellos a Tahiti. Esa fue la última vez que se vió a la baronesa. Sin embargo, ningún barco fue avistado cerca de la isla en ese día y la baronesa y Phillipson nunca llegaron a Tahití.
Lorenz, por su parte, regaló las pertenencias de la baronesa y Phillipson y trató de salir de Galápagos con gran prisa. Cuando un pescador noruego llamado Nuggerud que vivía en otra isla llegó a Floreana Lorenz lo convenció de que lo llevara a San Cristóbal donde podía embarcarse hacia el continente. El noruego accedió y partieron en su bote con un pequeño motor fuera de borda. Hicieron una parada en la isla de Santa Cruz, donde tomaron combustible y partieron pero nunca llegaron a San Cristóbal.
Meses más tarde, un atunero americano el “San Amaro” encontró los cuerpos momificados de los hombres en la isla Marchena en la parte norte del archipiélago. Aparentemente habian muerto de sed, mientras tanto en Floreana, otra extraña muerte: el Dr. Ritter, quien decía que era vegetariano, murió aparentemente de botulismo porque comió un pollo mal enlatado. Algunos sospechaban, sin pruebas, que Dore Strauch lo envenenó porque la maltrataba. Ella se fue a Alemania poco después y escribió un libro: “Satanás entró al Edén.” Dore murió en Berlín en un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial. Satanás estaba muy ocupado en esos años.
Recientemente estuve en Santa Cruz con la señora Carmen Angermeyer, que era una niña en esos años. Recordó que su padre acompañó al gobernador militar de Galápagos para servir como intérprete durante una investigación somera de los hechos en Floreana. “Mi padre pensó que la señora Wittmer talvez sabía más, pero no estaba diciendo toda la verdad”, dijo la Sra. Angermeyer que también recuerda haber visto a Lorenz y Nuggerud cuando dejaron Santa Cruz en su fatal viaje final.
El misterio de lo que pasó con la baronesa y Phillipson nunca fue resuelto.